sábado, 5 de octubre de 2013

LA SALAMANDRA

Salamandra


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La salamandra es un animal cuya longitud oscila entre los 12 y los 30 centímetros, pero lo más común es que no superen los 20. Su cuerpo es alargado y su cola, de base ancha, va disminuyendo el grosor a medida que nos acercamos a la punta. Sus miembros, tanto superiores como inferiores, son cortos y gruesos, además de proporcionados. La cabeza es casi tan ancha como larga, es algo aplanada y normalmente con el morro redondeado, pudiendo algunos ejemplares tenerlo algo puntiagudo y es que, sólo en España, existen cinco subespecies de salamandra común.
Respecto a la piel de la salamandra, de color negro, debemos destacar su brillo y lisura y también sus manchas, de carácter irregular y de tonalidad amarilla. Dependiendo de la zona geográfica podemos encontrar distintos colores en lo que concierne a estas manchas, e incluso en su forma, pudiendo presentarse también a modo de franjas. Podremos diferenciar una salamandra macho de una hembra porque el cuerpo del macho es más estilizado que el de la hembra, es decir, más delgado y también más recortado. Para defenderse de sus cazadores, disponen de un mecanismo de defensa basado en unas glándulas repartidas por su cuerpo que segregan un líquido denso y blancuzco que provoca serias irritaciones en lugares delicados como la boca, nariz, ojos, etc.

Hábitat

u hábitat es el ambiente nocturno, principalmente forestal, en las riberas o en las laderas poco luminosas pero cercanas al agua o a lugares húmedos como huertas, pinares, con abundancia de líquenes con los que cubrir su suelo, etc. Es decir, siempre huyen de los lugares secos, prados y de zonas con sequía. Por el día, las salamandras permanecen ocultas entre las rocas o pequeñas cuevas naturales, resguardándose del abrasador sol. Su adaptabilidad supera los 1.800 metros por encima del nivel de mar pero su existencia está amenazada por la tala de bosques y por los incendios.

Distribución

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Comportamiento

La salamandra se desplaza de forma lenta y pausada y solamente en los días de abundante lluvia puede desarrollar su actividad cotidiana por el día, mientras el sol está medio oculto. Las estaciones del año también influyen en el desarrollo vital de este anfibio, puesto que los meses de acuciante calor y los extremadamente fríos están dedicados al letargo de la especie.

Reproducción y crecimiento

La estación adecuada para su reproducción de la salamandra es el otoño, puesto que es el periodo en el que estos animales se ponen en celo. El apareamiento tiene lugar en la tierra y principalmente de noche. El macho comienza la cópula situándose encima de la hembra y va deslizándose hacia abajo rítmicamente. Al principio es la hembra la que, en su propio cuerpo, desarrolla los huevos, pero el parto tiene lugar en pequeños charcos o concentraciones de agua. Generalmente, las larvas suelen nacer entre los meses de diciembre y febrero.
El número de larvas que puede llegar a alumbrar una salamandra hembra es de hasta 85-90 pero, por regla general, no se supera en 30-40 en cada parto. La capacidad de nadar es innata en las larvas que, al principio, son grisáceas con reflejos metálicos para, poco a poco, ir adquiriendo las típicas manchas amarillas en un tiempo aproximado de 3 ó 4 meses, al igual que la desaparición de las branquias. La cabeza de los recién nacidos es ancha y sus patas están perfectamente constituidas. Las larvas abandonan el hábitat acuático cuando su longitud sobrepasa los 6 centímetros.
Al llegar a la juventud con la metamorfosis, son muy similares a los adultos, pero no alcanzar la madurez sexual hasta pasados 3 ó 4 años, momento en el que ya son capaces de reproducirse y de perpetuar la especie.

Curiosidades

Antiguamente, existía la creencia de que este pequeño reptil, semejante al tritón, podía estar rodeado de fuego sin que éste llegara a hacerle el más mínimo daño, sin quemarle en absoluto. El paralelismo bíblico con la zarza inconsumible que se presentó ante Moisés convirtió a la salamandra en un símbolo de la fe. Al margen de la leyenda, se trata de uno de los anfibios con cola o uroleos más apreciados y llamativos, tanto por los colores de su piel como por su aspecto. Tanto es así que hoy en día no es demasiado raro encontrar este animal como mascota en muchos hogares, especialmente en países asiáticos como Japón.
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Estado de conservación

Es curioso que hasta hace pocos años la salamandra estaba catalogada como “no amenazada” en nuestro país. Desde hace 2 o 3 décadas asistimos a fuertes retrocesos poblacionales en multitud de lugares que contaban con su presencia tradicional. Incluso han desaparecido completamente de vastos territorios como zonas del sistema Ibérico, sin que estén muy claras las causas. Las salamandras granadinas no han conseguido escapar de este fenómeno de retroceso generalizado.
La subespecie morenica tiene en Granada su límite de distribución suroriental, por lo que se encuentra bajo la amenaza del efecto borde, más si cabe al situarse en macizos montañosos que constituyen auténticas islas de humedad en un entorno especialmente árido. Aunque sus poblaciones son puntuales, aún parece encontrarse en un relativo buen estado de conservación, sobre todo las que se sitúan en las Sierras de Castril, Seca, Guillimona y Sagra. Las más amenazadas son las situadas en las proximidades de la Puebla de Don Fadrique, que dependen para su reproducción de albercas y abrevaderos que se encuentran en un lamentable estado de conservación.
Las principales amenazas que se ciernen sobre esta subespecie de salamandra son el incremento de la aridez, el abandono constatado de la mayoría de las estructuras artificiales que utilizan para reproducirse (albercas, pilones, fuentes y “tornajos” de madera), y la proliferación del jabalí, que deteriora sus puntos de reproducción, y aunque no está confirmado, es muy probable que deprede directamente sobre juveniles y adultos. Otros factores negativos son la destrucción directa por parte del hombre, a causa de su mala fama, el atropello en carreteras y caminos, la contaminación de los arroyos y el incremento del número de incendios en toda la zona, causado sobre todo por la errónea política reforestadora a base de coníferas iniciada durante la década de los 50 del siglo pasado.
Sería necesario un mejor muestreo de todo este extremo montañoso provincial, que permitiría conocer con más detalle el estado de conservación de las poblaciones de salamandra aquí presentes.
La situación de la subespecie longirostris podemos decir que es desesperada, y casi sin retorno. A pesar de las intensas prospecciones llevadas a cabo tanto por la Asociación Herpetológica Granadina, como por otros grupos, no se ha podido confirmar su permanencia en enclaves donde previamente había sido citada, sobre todo la falda norte de Sierra Tejeda, el campo de Zafarraya y otros macizos menores como Los Alazores. Como la detección de la presencia de la especie es relativamente fácil durante la época larvaria, nos tememos que se haya extinguido completamente, más si cabe al comprobar que se puede localizar con suma facilidad en el área limítrofe malagueña.
Las causas determinantes de esta posible desaparición no están muy claras, pues aun existen en la zona arroyos en óptimas condiciones para la especie (incluso en algunos casos mejores que en sitios donde aun vive en la vecina Málaga) Asimismo las prácticas agrícolas y ganaderas, poco intensivas excepto en el campo de Zafarraya, no han variado en la última década de un modo determinante.
Los factores que quizás hayan resultado más decisivos, son los periodos de sequía de los años 80 y mitad de los 90, y la explosión demográfica del jabalí. Tampoco es descartable una súbita desaparición a causa de la aparición de alguna enfermedad infecciosa. Lo más probable es que la interacción de todos estos elementos haya ido mermando poco a poco los efectivos de la especie, en una zona que no es del todo propicia para ella al situarse en su borde oriental de distribución. Si a esto unimos una posible degeneración genética a causa de la endogamia, tenemos el coctel explosivo que ha desembocada en su más que probable extinción.
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